Como cada mañana, X0P531 encendió sus cámaras y observó el salón. Aunque era temprano y la luz penetraba perezosa por la ventana, su vista era igual de perfecta tanto de día como de noche. No en vano, era un modelo de última generación, dotado de los mejores sensores y del cerebro más potente del mercado. Una IA que, muchos decían, estaba a la altura de cualquier humano.
Se separó de su base de carga y avanzó hacia la cocina. Abrió el armario donde se guardaban los artículos de limpieza y, tomando un plumero, comenzó a limpiar la casa en completo silencio. Cuando terminó, dejó los utensilios y regresó al salón.
La luz del día iluminaba ya con fuerza la estancia, arrancando notas de color de las cortinas que colgaban lacias, con cierta indolencia. X0P531 se aproximó a la mesa circular que adornaba el comedor. En medio, una urna de cristal llena de agua atrapaba los rayos de sol, creando una danza de luces y sombras sobre la pulida superficie de madera. Un pez de un dorado anaranjado nadaba alegre al observar acercarse a X0P531. El robot tomó con cuidado el frasco de comida junto a la pecera, lo abrió con precisión y, tomando una pizca, la vertió en el acuario.
El pececillo nadó contento a por su alimento, dando bocados a los copos que flotaban en la superficie. X0 observaba a la mascota, satisfecho.
Cerró el frasco y lo dejó con delicadeza, junto al pez. Entonces, regresó a sus tareas: preparó la comida para su dueño, limpió los baños, planchó la ropa, preparó la colada… Y todas las tareas pesadas que a los humanos les gustaba tan poco hacer.
Cuando hubo terminado, regresó a su base de carga, junto a la pared, y apagó sus cámaras, entrando en bajo consumo y recargando las baterías que le daban energía.
A la mañana siguiente, X0 comenzó de nuevo su rutina. Encendió las cámaras, acudió a la cocina a recoger los utensilios de limpieza y comenzó a pasar el polvo en el salón, con precisión robótica.
Se acercó a la mesa, agitando el plumero sobre la superficie.
Fue entonces cuando vio que el pequeño pececillo flotaba en la superficie, retorcido en una postura antinatural. Los ojos vidriosos no se movían.
X0P531 se quedó inmóvil.
Bloqueado.
Su cerebro, la más avanzada IA del mercado, no sabía qué hacer.
Entonces dejó el plumero.
Alargó la mano hacia la pecera y el movimiento le produjo un ligero temblor.
Introdujo, con lentitud, el dedo índice en el agua.
Y, al extraerlo, lo llevó hasta el borde de su cámara.
La lágrima artificial rodó por su rostro robótico, hasta el pliegue de su inexpresiva cara y, una vez allí, resbaló hasta el suelo.
Un temblor, como una convulsión, agitó a X0. Un humo negro comenzó a salir de la parte anterior de su cabeza, donde estaba su cerebro electrónico.
Y entonces, con un último espasmo, X0 se apagó…
— J. Rodric
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