Acabo de leer un artículo de la revista Muy Interesante relativo a los cristales de tiempo. Estos fueron propuestos por Frank Wilczek en 2012 y recientemente han sido materializados de forma visible por Hanqing Zhao y su equipo. Se trata de sistemas físicos que oscilan de forma periódica en el tiempo incluso en estados estacionarios, sin un aporte energético continuo, rompiendo de forma controlada la simetría temporal, algo que hasta ahora sólo se había logrado en sistemas cuánticos complejos.
En el experimento de Zhao, realizado con cristales líquidos y un tinte fotosensible iluminado con luz polarizada, el tiempo se «cristaliza»: los patrones moleculares forman estructuras repetitivas en el espacio. Dichas estructuras entran en ciclos temporales propios, que pueden ser estables durante horas, sin ningún aporte de energía adicional, salvo el bombeo inicial. Lo más asombroso es que en el experimento de Zhao, estos cristales pueden observarse a simple vista si la iluminación y el montaje son adecuados.
Es como ver el pulso interno del cristal, con independencia del nuestro «reloj», del flujo de tiempo que es «normal» para nosotros.
Este descubrimiento reafirma la idea relativista: el tiempo no es una corriente universal, sino una propiedad emergente, según algunos enfoques modernos. Lo que se percibe como flujo puede organizarse, detenerse o repetirse bajo ciertas condiciones. Esto abre una puerta a una visión mucho más flexible del tiempo y más acorde a sus ideas.
Los cristales de tiempo demuestran, en una escala macroscópica, que incluso las leyes que de forma instintiva nos parecen inamovibles, pueden romper su simetría y generar orden de manera espontánea. Al observarlos vemos cómo el universo despliega patrones que no obedecen a una narrativa lineal, y nos recuerdan que el tiempo no es tan sólido como pensábamos: puede doblarse, oscilar y reescribirse.
Y esto tiene unas implicaciones tan interesantes como perturbadoras.
