Sobre mí

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Escribo desde que tengo memoria, aunque fue en el instituto donde descubrí que tenía cierto talento para plasmar en palabras las imágenes que poblaban mi mente. Recuerdo aquel primer relato con el que gané un pequeño concurso literario: una historia oscura, de ecos lovecraftianos, que surgió de mis noches en vela leyendo a ese genio del terror y soñando con sus mundos. Era una mezcla de lo que había leído, de mis partidas de rol y de mi pasión por el maestro de Providence. 

No era más que una chispa literaria… El atisbo de lo que estaba por venir.

Con el tiempo, esa chispa se convirtió en llama. La idea de mi primera novela de fantasía nació en mi juventud, entre juegos de rol, mapas dibujados a mano y personajes que evolucionaban más allá de los dados. Años después, decidí volver a aquel universo con la mirada del escritor adulto. Ya no era tan sólo una excusa para narrar aventuras, sino para explorar todo lo que hay detrás: el alma de los personajes, el peso del destino, el dilema del sacrificio.

Más tarde, una nueva idea surgió de mi siempre bulliciosa mente. Llegó Black Hades, una novela de ciencia ficción dura, con alma filosófica. Donde la conciencia, el tiempo y la identidad se entrelazan en una historia que busca empujar los límites del pensamiento tanto como los de la narrativa.

Mi forma de escribir es visual, casi cinematográfica. Busco que el lector viva las escenas como yo las veo: como si estuviera dentro de una película. Pero sin renunciar a la belleza del lenguaje ni al poder simbólico de las palabras. Me gusta cuidar cada palabra, cada frase, cada ritmo, cada transición. Escribo como me gustaría que me contaran una historia: con imágenes potentes, personajes vivos y un trasfondo que invite a pensar. Bebo de los ecos de nuestro pasado, de nuestros ancestros literarios. Aquellos que subyacen en nuestra mente alimentando el subconsciente, hasta que este implosiona en un nuevo brebaje: un condensado literario cargado de voz propia y resonancia universal.

No me interesa llenar páginas con ruido. Prefiero que cada línea tenga peso, que cada escena sume al conjunto, que el lector avance y, al terminar, sienta que ha vivido algo real, algo que deja huella.

Y si alguna de esas huellas se queda en ti, lector, entonces todo esto habrá valido la pena.

¿Por qué J. Rodric?

Mi nombre real es Javier Ruiz, pero el seudónimo que uso, J. Rodric, no es una invención cualquiera.

Es una transformación de mi propio apellido. «Ruiz» proviene de «Rodrigo». Y ese nombre proviene del antiguo nombre germánico Hrodric :

  • hrod  significa gloria, fama
  • ric  significa, rey, poder.

Esta combinación se podía interpretar como El que gobierna con gloriaPríncipe glorioso.

El nombre evolucionó en España a Rodrigo y se popularizó con figuras legendarias como Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como Cid Campeador.

Me gustó cómo sonaba: evocador, firme y con ese aire legendario. Pero, sobre todo, me encantó el significado personal y el enlace con mi propio apellido.

Rodric es un puente entre lo que soy y lo que escribo.

Es una forma de abrazar mis raíces y transformarlas en los mundos que imagino.